Abajo, la profundidad es un páramo de vacío perfecto, distancia que entrecruza los chasquidos de grillos marinos. Sus alargados cantos, a trozos fragmentan las grietas del agua en ecos casi lejanos. ¿acaso anuncia una respiración su propia caída en las metálicas garras de la muerte? Un lamento de duelo responde por el alma raptada y así comienza el trayecto de llantos hasta que la piel del agua cede y se abre como oráculo a la respiración de los murmullos marinos, se encadenan los bufidos con barritonos dónde nacen entre dolores, los desgarramientos de los crepúsculos.
En la superficie, es un milagro antiguo que emerge y con cada bufido invoca las circuncisiones del vacío del aire. Su gemido es el respirar oceánico que arroja en lluvia bocanadas de vida, con cada chapoteo su voz magnifica la humedad del canto y convoca con chasquidos sueños y memoria. Entrecorta y rechina su voz, son palabras en trozo de eternidad no escrita pero aún así, habla, narra su propia historia, cuenta sus laceraciones en los recorridos marinos, en su voz han quedado labrados surcos de superficie y profundidad, grietas marinas a la vida que aún deambula y recuerda como en ronroneos de sirena los parajes marinos e indaga por qué ya no tiene ni oleajes, ni caracolas donde engarzar su voz de arena.
Y sólo se marcha, remonta una a una, cada ola del vacío en giros de espuma a la distancia, se hunde profundamente en el olvido, se sumerge con los sueños hechos astillas y la marea sube; aquí ya no hay canto ni lágrimas oceánicas que puedan agrietar estas altas murallas del silencio del agua en la lejanía.