¿Cuándo nos convertimos en Parias?, ¿en sombras invisibles? ¿Cómo y cuándo fue que el alma quedó condenada al vacío?
Como Orfeo, el aliento baja a los infiernos y descubre que no hay nada, sólo un páramo yermo, un desierto sin arena, sin mirada. Sólo existe un enorme hueco sin ecos. Aquí, hasta la bruma engulló todo suspiro. Este es el infierno, porque no hay ni aliento, ni voz, ni tinta, ni sueño.
Dormir y despertar, sólo son tiempos encadenados. Se amanece, se duerme y se despierta siendo Paria y, ser Paria es una marca de nacimiento, tatuada desde el vientre, revelada por la voz, por el llanto, por las palabras que trazan sus utopías y escriben sobre la quimera que fue aquel instante fugaz, con pensamientos tan distantes, que el espíritu simplemente amanece trasterrado en el inframundo.

Ya sólo queda mirar, sólo mirar, el vacío del espacio, de la inexistencia, a través de aquella ventana sin ninguna vista posible a algún lado.
Que difícil es la condición humana, que pesado es nacer en este mundo y que inmenso parece un pequeño espacio envuelto en la absoluta soledad.
Y la memoria, caprichosa, sin poder detenerse, hace brotar los desgarros. Imposible poder congelar tal cascada de sollozos del pasado.
La guerra tiene sabor de aire rancio, huele a metal y ahogo del aliento y sólo evocando, a trozos, despedazados, se puede reconstruir, pieza por pieza, una historia. Sólo recordando, se da forma a lo que ya no existe, se moldean las razones de la sin razón, a distancia, cada detalle toma su lugar. Y se sueña con poder reconstruir aquellos castillos en el aire.
Pero las heridas le duelen hasta a los muertos. Silencio, callar, nunca es propicio, nunca será tiempo de abrir semejante baúl de recuerdos. Por eso las tumbas se compran a perpetuidad.
¿Año de la victoria? Año de la expulsión, del exilio que se fue tornando eterno, como todo ese vacío que se carga en las pisadas. El aire es denso, aquí ya no hay mañana, no hay ayer y no vale la pena, ni el aquí, ni el ahora.

Este es el portal del inframundo, es un paraje yermo, aquí, sólo es el exilio donde habita el viento...
L'l
El exilio en la ventana.
ResponderEliminarUn abrzo
Viento de penuria, a su paso, seca todo atisbo de vida, dejando yermo el páramo, sin crecer flor alguna, que recuerde nuestra libertad.
ResponderEliminarUn abrazo