03 noviembre, 2021

Rumbo al Parnaso





 



A Juan Coronado
in memoriam


La palabra, piramidal esencia del funesto deseo, edifica trozos de universo. 

Paso a paso, la escritura deambula errante, musa náufraga que recorre costas desconocidas de su historia. Traza rastros de tinta en la arena, vestigios del ensueño.

El suspiro, relámpago divino donde brota la palabra, es manantial de nenúfares donde giran todas las realidades y el pasado es un latente futuro de lectura. 

La tinta, con sus mágicas tonalidades, cae y se levanta en danza de versos, es un chopo de agua que como alto surtidor arquea la piel del viento, canto de sílfide. La amarga belleza sostenida en las rodillas, es la herida del cisne negro que desangra sus anhelos.

La voz con sus metamorfosis secretas gira, se tambalea en rítmicas notas de un pentagrama, breves renglones de imágenes donde la rima saltarina es mirada espejeada del sonido, reflejos de voces escritas, música del silencio eterno de la página poética.

Travieso trazo teñido que asciende descendiendo por las infinitas escaleras de Escher. 

Palabra escalonada que va a todos y ningún sitio, es sólo tinta que da giros al sueño, arquitectónica luz desvanecida en piel de nocturnidad. 

Una sombra apenas desdibujada por el Greco enfrenta su pelotón de fusilamiento, devorando como Saturno a sus hijos del conocimiento.

Ante el fuego cae la vida, pincelada fantasmagórica donde un cuervo toca con su pico la ventana mientras el corazón palpita "never more".

Y el miedo se vuelve humo desvanecido ante la mirada, escritura del alma en que todo cuanto desea escribir el poeta, la tinta ya lo ha escrito, el poeta sólo lee sus signos, traduce los trazos que transmutan los suspiros, feroz antídoto del olvido y ahí, en el beso eterno de Eros y Psique, quedan labrados los labios que entrelazan un instante, vestigio de efímera eternidad.
 
Infinito romance entre Píramo y Tisbe que sucumben por el equívoco, única loa posible a Romeo y Julieta que ante el odio y los celos de Otelo, los amantes huyen y se esconden entre las ninfas y faunos del bosque encantado en un perenne sueño de una noche de verano. Todo equívoco un dulce engaño colorido.

Sí, en el principio no era ni el caos, ni el verbo, sino sólo la silente mirada del trazo de escritura, verdadero origen del mundo y la memoria.

La historia aguarda en una habitación vacía, prisión de libertad, cercada de infinitas puertas sin cerrojo, ventanas a los universos vociferantes. 

¿Cómo escapar al infortunio...? Lentos movimientos evaden a los perseguidores del tiempo y la palabra hechizada como dragón doncella aguarda a su caballero andante a que resuelva los entuertos. 

Una puerta abre a un muelle y la escritura se embarca en la nave de Caronte rumbo a la eterna Ítaca, guiada por el canto de sirenas, enfrenta la tormenta, y el sueño naufraga en brazos del Polifemo enamorado de la ninfa llorosa que inútilmente intenta sostener a su amado Acis transformado en piel de riachuelo. 

En territorio del Parnaso, el alma arriba segura al puerto de la memoria, ya s
ólo la palabra construye sentidos en el sigiloso blanco del papel. Es la tinta escrita la que edifica el parnaso amurallado de silencio. Palabra eterna en que la lectura se erige como sueño y memoria, y transforma la eternidad, en polvo, en tinta de viento, en tu memoria.



Nota al pie: He desarrollado un ejercicio de intertextualidad, un aspecto que se estudia en la crítica literaria y que era el tema que más charlaba con mi maestro sobre los vínculos que había entre obras literarias.


12 oct.'21
©®Lucía de Luna



15 marzo, 2021

ASTILLA

 


ASTILLA 


Cada uno escribe lo que puede,

no lo que quiere.

Borges.



Llueve, que descansado amanecerá el cielo mañana, después de vociferar y tirar gotas de luz. 

Y yo miro llorar al cielo y no lloro.


Pronto llegará el alba, la luna morirá sus rizos en fuego de mañana. 

Mi casa es diminuta, pero las inmensidades se cuelan por la ventana y la noche se convierte en aire frío y empapado que ronda la casa.


Es octubre, el mes de Xochiquétzal, la diosa luna, que vestida de sacerdotisa navega las almas del sueño. En este mes, ella se deja caer, se desangra en partos de luz y así nos limpia la mirada.


En la noche los segundos son largos y se repiten, se forman uno tras otro y yo busco algo que no es ni la luna, ni tus ojos. 

Busco a Poesía, busco tu nombre. 

El deseo es una voz esquiva y cada ofensa es labio de la muerte. 


Eres viento, fuga que no cesa y soy torpe, tartamudeo y los versos caen de mis manos, voces de hilo roto que traza murallas.

La respuesta no llega, pregunte a los huecos nocturnos.

 ¿Cómo se le habla al que escribe?... Sólo encontré silencios punzantes que golpean mis pisadas.



©® Lucía de Luna