02 enero, 2013

Finis Terrae



¿Dónde ir cuando ya se ha pisado el hielo 
y esa meta donde la luz no cesa en el verano, 
donde el suelo no es sino una resbaladiza albura, 
una temperatura abisal, un escalofrío? 
ART













La piel del mundo es un trastierro hecho playa de llantos, espuma donde los ensueños se vuelven aves que revolotean el vacío.
Hay tiempos donde el agua cae, se vuelve escasez de polvo.
Toda humedad respira en ojos de lago. Es este rostro de mundo que no atinamos a conocer. Deambular es peinar los caminos, como largos cabellos de un infinito, donde cada pisada se vuelve un suspiro diminuto que viaja entre sueño y sol.

Cuando se camina junto a un volcán, uno escucha las respiraciones de esta tierra, pulsación viva de sus adentros, es la mirada del nacimiento de todas las piedras y sus propios destinos.
Caminar en el bosque es escuchar un mar callado que se vuelve hojas quebradas bajo la mirada del silencio.

Deambular en lectura de mundo, es recorrer campos sembrados y sentir su frente de tierra peinada en hierba. La mirada atenta a la espiga que nace y se vuelve semilla dorada que revolotea como pequeña abeja, en este espacio, donde las nervaduras de las carreteras le trazan el tiempo e historia y confrontan con su piel de concreto, el destino frágil de la vida.
Hay olores de mundo que son desconocidos pero en las barcas del sueño se les imagina.

¿Cómo se podrá alcanzar la caída final del agua del mundo?, ¿ésa que queda en orillas de la finis terrae?
¿Cómo levantarle las faldas a esta tierra y averiguar si en ella en verdad existen elefantes que le sirven como un polisón en el vacío del espacio?
¿Es que acaso este mundo es tan plano por el silencio que por ello, las aves cantan?
¿Cómo puedo arrancarle a esta distancia una mirada en lejanía?

En las orillas del abismo, donde la tierra llega a su fin como el tiempo, aun la duda queda...,
¿en verdad que Atlas carga todos los naufragios y sale a estirar las piernas para descansar los brazos, en esos instantes de amanecer en que el sol comienza su deambular, a pesar del desorden, la niebla y el abandono?.

El sol es brutal cuando deambula el desierto, es como si devorara a bocanadas todo aliento y vida.
Pero que tierno se torna cuando su voz es la que deambula el lago donde libélulas en acompasada danza de secreto hacen nacer hierba y rocío. Ahí el sol se sabe en su hogar de enorme árbol vivo.
Hoy amanezco deseando correr hasta la orilla del acantilado de finis terrae. ¡Gritar!, gritarle ahí, en esa orilla del mundo al destino, que no lo necesito... tengo alas para arrojar sus designios al vacío y darle una buena bofetada de infinito a todas esas cadenas de pasado. 
Quizá en esa orilla terminal del planeta pueda encontrar el latido que fue hurtado antes de nacer.
Pero ahora sólo el viento marino es silencio con voz de selva y llanto de arenas.

En las venas de esta tierra corren cataratas que invaden el alma de las hojas y se abren como danza de tinta, es una navegación de escritura remontando sus propios renglones, encarando sus propios tropiezos...
 ¿Pero en qué otro vacío de océano blanco podría una pluma de olvido desplegar las alas?




2 comentarios:

  1. El sol llega a horcajadas de unas olas, con aroma a salitre que lame la playa.
    Sigue su curso hasta un bosque plagado de vida verde y cantos de petirrojos azulados.
    Avanza hacia la colina de los sueños esparcidos sobre adobes para llegar a su fin con olor a poesía.

    Un abrazo Lucía. Muy bello.

    ResponderEliminar
  2. Quizá, si las das una bofetada, esas cadenas de pasado no te pongan la otra mejilla. Es un riesgo...
    Poesía. Un abrazo.

    ResponderEliminar