13 diciembre, 2013

Cazador de Vuelos III




Fatídica muerte agazapada, salta. Rauda toma el pescuezo, es letal abrazo que desgrana la piel del céfiro, engulle el canto del aura. Pero hay que luchar hasta la última aspiración, se debe aletear para soltar algunos vuelos de las garras de la muerte.

La bestia gruñe y la vida late como un juego de sangre. Los colmillos penetran primero como caricia, lentos pero certeros, ¿porqué no matar de una buena vez? ¿qué placer al herir, lamer la sangre, agazaparse encima y no dejar que el último suspiro sea lo único que escapa del fatal hocico?

Gritos como estruendo de truenos se oyen, las pesadas botas de un cazador se acercan. La bestia ha entregado su premio, sólo ofrenda lastimada pero aún viva para el sacrificio. Romperá el cuello, cercenará rastros de los trozos de la nube.

Las fauces se abren, las alas quieren elevar el vuelo, todo intento es un derrumbamiento. El cazador ha apresado lo inapresable. Sus garras suaves pero más letales levanta al ave con su herida, los latidos servirán de ofrenda a alguna ceremonia o simplemente, destrozará con una mordida más terrible aún, cada uno de los revoloteos que se esconden en el pecho.

Un espacio oscuro, pequeño, un encierro en una cueva móvil. Algo hizo aquel cazador terrible, inmóvil, agazapada por un cuerpo sin plumas, siento los latidos. Han capturado los giros y mis revoloteos, no puedo luchar más, me rindo. Lo comprendo, me devorará viva y mi corazón estallará entre sus dientes. Estoy ante los últimos instantes de vida. Hoy todo ha acabado. Una voz incomprensible intenta hechizarme. Ha comenzado a preparar mi cuerpo para el sacrificio, quizá me corresponda la hoguera, por eso me lame con su enorme y arrugada lengua blanca.

No toques una ala quebrada, duele. Siento un solo colmillo entrando, debe ser veneno. Cuanto sueño tengo, doy una última aspiración, sí, la muerte es sólo somnolencia fría en el olvido, sólo quedan plumas envueltas de giros del océano, huellas de los revuelos de mar y espuma.

La oscuridad y el silencio me abren su fauces. En las heridas del alma, los zarpazos de las utopías, dejan surcos más profundos que los rastros de las lágrimas en la piel. Morir, sólo morir, mortaja adormecida que seduce como terciopelo en la piel del espíritu, un beso como canto de amanecer cosquillea como mortaja.







2 comentarios:

  1. Me gusta y felicidades, aquí, en España, es tu onomástica.

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    1. Gracias amigo, ¿en verdad? ¿Mi santo? Muchas gracias, gracias, me alegra saberlo, te mando un abrazo. :) Y gracias por leerme pero sobretodo por la amistad.

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